[Coordinación editorial: Publicaciones de la Residencia de Estudiantes // Diseño y maquetación: Montse Lago // Texto: Andrés Soria Olmedo // Edición: Amigos de la Residencia de Estudiantes ]
La cita célebre de Virginia Woolf, "para escribir novelas, una mujer debe tener dinero y un cuarto propio", se ajusta como un guante a la experiencia de Federico García Lorca en la Residencia de Estudiantes. Durante su estancia, que punteó toda su vida, de 1919 a 1936, pasó de ocupante de las habitaciones destinadas a los estudiantes a conferenciante en el "refinado salón", donde dijo haber oído antes "cerca de mil conferencias".
Esta exposición (de manuscritos, impresos, fotografías, dibujos, obra plástica y objetos que proceden casi en su totalidad de los archivos de la Fundación Federico García Lorca, de la Residencia de Estudiantes y del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía) se divide en cuatro partes:
I. Una presentación de acercamiento general a las características de la Residencia de Estudiantes, con folletos informativos, el banderín, la cabeza del atleta rubio que inspiró el diseño de su emblema e Impresiones y paisajes, el libro que el joven Federico llevó escrito de Granada.
II. Un primer tramo ya basado en la cronología como residente de Federico García Lorca. Va de 1919 a 1925, y muestra la necesidad y la defensa del cuarto propio en cartas muy expresivas del fracaso de El maleficio de la mariposa (1920), y, una vez conquistada la permanencia desde 1923, la interacción con otros cuartos y con la ciudad, a través de la Orden de Toledo inventada por Buñuel, de los contactos con la vanguardia y la música (con Dalí, con Alberti, con Gustavo Durán), así como de la producción de poemas y dibujos. En suma, se intenta reflejar la formación de aquellos jóvenes artistas e intelectuales, "el amor, la amistad o la esgrima" que los unió o distanció.
III. El tramo de 1926 a 1928, marcado por la aparición de la revista Residencia en 1926. Refleja el momento en que el esfuerzo formativo de los años anteriores fue multiplicando sus frutos en varios planos, grados y niveles, desde los juegos poéticos, como los anaglifos y los putrefactos (alguno hizo Pepín bello, y por supuesto Dalí, de quien además se exponen los óleos que Federico tuvo en su cuarto), hasta los sucesivos triunfos de la exposición de dibujos en las galerías Dalmau de Barcelona, Mariana Pineda, Canciones y, sobre todo, el Romancero gitano. Esta parte se cierra con el programa de la conferencia sobre las nanas infantiles que Lorca dio en la Residencia, acompañándose al piano, el 13 de diciembre de 1928.
IV. Por último, el periodo de 1929 a 1936, que atiende a una serie de intervenciones en la Residencia, ya desde fuera, entre las que destacan los ensayos y la preparación del teatro universitario La Barraca, formado con estudiantes de Letras y Arquitectura (se expone el característico mono azul de los componentes masculinos del grupo, muchos de ellos residentes), así como distintos recuerdos que acompañan la memoria lorquiana de esa institución hasta el mismo 1936, cuando evoca el libro sobre el lenguaje de las flores que le mostró José Moreno Villa y su importancia para componer Doña Rosita la soltera.
Andrés Soria Olmedo
Comisario de la exposición